Durante los primeros años de su administración, el gobierno de Nuevo León apostó fuertemente por la adquisición de camiones de origen chino para renovar la flota del transporte público, sin embargo hoy la crisis de movilidad continúa. Fueron miles de unidades compradas con el objetivo de modernizar el sistema y, en teoría, brindar un mejor servicio a la ciudadanía. Sin embargo, con el paso del tiempo, las fallas mecánicas, las críticas por su bajo rendimiento y la creciente cantidad de unidades inservibles hicieron evidente que algo no funcionaba como se esperaba.
Ahora, tras una inversión millonaria y una serie de problemas operativos, la administración estatal ha decidido virar el rumbo y comenzar a comprar camiones fabricados en Nuevo León, una decisión que ha sido interpretada por distintos sectores como un reconocimiento tardío del error cometido al ignorar, desde el inicio, a las armadoras locales. Para muchos, esta nueva postura no solo revela una falta de planeación estratégica, sino también un desprecio inicial hacia la industria regia.
Fracaso en adquisición internacional
En su momento, la compra de 3,000 unidades chinas fue presentada como una solución eficaz y moderna para atender la crisis del transporte en la entidad. El discurso gubernamental hablaba de innovación, de eficiencia, de costos accesibles y de una supuesta capacidad tecnológica que mejoraría la experiencia de los pasajeros.
No obstante, a lo largo del tiempo comenzaron a multiplicarse las denuncias ciudadanas por camiones que se descomponían en plena ruta, unidades que quedaban fuera de circulación a los pocos meses y una creciente dependencia de refacciones difíciles de conseguir. De acuerdo con cifras extraoficiales, cerca del 20% de estos vehículos terminaron inutilizados o convertidos en chatarra, lo que representa una pérdida significativa para las finanzas públicas y un retroceso en la calidad del transporte.
Además, transportistas y expertos en movilidad ya habían advertido desde un principio sobre los riesgos de importar camiones sin una evaluación técnica adaptada a las condiciones del país. Las diferencias en topografía, clima y uso intensivo de las unidades fueron factores que no se consideraron adecuadamente.
Compraron tres mil… y ahora se arrepienten. Samuel anunció que ahora comprará camiones fabricados en NL. ¿Tuvieron que gastar millones de dólares y tener yonkeados el 20% para ver su error? No solo fue un fallo, sino un desprecio a la industria regia.
— Especies Políticas (@EspeciesP_NL) July 18, 2025
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Industria local fue ignorada
Una de las críticas más fuertes que ha enfrentado la actual administración estatal es el desaire hacia las armadoras regiomontanas. Nuevo León es una entidad con fuerte presencia industrial, reconocida a nivel nacional por su capacidad para fabricar vehículos de calidad. A pesar de ello, las autoridades optaron por mirar hacia Asia en lugar de impulsar la economía y la ingeniería local.
Este acto de malinchismo económico fue señalado por diversos representantes del sector empresarial, quienes en su momento ofrecieron alternativas y expresaron su preocupación ante el rumbo de las políticas de transporte. Sin embargo, sus voces fueron ignoradas, y la preferencia por proveedores extranjeros prevaleció.
Ahora, con el anuncio del cambio de estrategia y la intención de adquirir camiones hechos en la entidad, muchos empresarios han reaccionado con escepticismo. Para ellos, este viraje solo confirma lo que ya se sabía: que las decisiones tomadas por el gobierno no respondieron a criterios técnicos ni a una lógica de desarrollo regional, sino a impulsos de corto plazo.
Millonarias pérdidas, crisis de movilidad y desgaste ciudadano
Más allá de los tecnicismos industriales, la principal afectada por estas malas decisiones ha sido la ciudadanía. Miles de personas que diariamente dependen del transporte público han sufrido las consecuencias de contar con un sistema deficiente, con camiones que no cumplen horarios, que se averían en plena ruta o que simplemente no aparecen.
En muchas colonias de la zona metropolitana, los tiempos de traslado se han duplicado. La falta de unidades disponibles ha generado largas filas, unidades saturadas y una disminución en la calidad de vida de los pasajeros, quienes deben adaptarse a condiciones cada vez más precarias. Esta situación ha sido especialmente dura para quienes viven en municipios periféricos, donde el transporte ya era limitado antes del fallido experimento con las unidades chinas.
A esto se suma el hecho de que los recursos invertidos en esta estrategia fueron multimillonarios, lo cual levanta cuestionamientos sobre la viabilidad y transparencia del proyecto. Aunque no se ha informado oficialmente el monto total perdido en unidades que no funcionan, fuentes cercanas al sector aseguran que las pérdidas son cuantiosas y afectan directamente al erario público.
Cambio tardío y sin explicación oficial
La decisión de optar ahora por vehículos locales se ha dado sin una explicación clara ni una autocrítica pública por parte del gobernador. Más allá de la mención de que “se apostará por armadoras de Nuevo León”, no se ha detallado si existirá algún tipo de sanción para quienes promovieron la compra inicial, ni si se realizará una auditoría para evaluar el impacto financiero y logístico del error.
Este silencio ha generado una sensación de impunidad y de falta de rendición de cuentas. Para organizaciones civiles y expertos en movilidad, el problema no solo fue la compra de vehículos defectuosos, sino la falta de mecanismos de evaluación, supervisión y corrección temprana, que permitieran frenar el desastre antes de que se saliera de control.
Al cierre de esta edición, el gobierno estatal no ha emitido una postura más amplia sobre cómo se garantizará que los nuevos camiones cumplan con estándares de calidad, ni cómo se compensará a las regiones más afectadas por el colapso del sistema de transporte en los últimos años. Lo que sí queda claro es que la improvisación ha tenido un alto costo, no solo económico, sino también en la confianza de la población hacia sus autoridades.
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