El reciente sismo registrado en Nuevo León, con epicentro en Montemorelos, volvió a poner sobre la mesa una realidad poco comentada pero científicamente documentada: el estado es propenso a movimientos telúricos debido a la presencia de múltiples fallas geológicas activas. Aunque la creencia popular sostiene que el norte del país es una zona “segura” frente a temblores por su distancia con la costa del Pacífico, la geología de la región demuestra lo contrario.
La sacudida del pasado domingo, que se sintió en al menos 11 municipios de la entidad, tuvo una magnitud de 4.5 grados y, si bien fue breve, dejó afectaciones en viviendas y escuelas de Montemorelos. A pesar de que este tipo de sismos no suelen alcanzar una intensidad destructiva como la que se observa en otras zonas sísmicas del país, los daños materiales y el desconcierto social reflejan la falta de preparación ante este tipo de fenómenos en la región.
Además del evento principal, se han registrado al menos siete réplicas, algunas con intensidades superiores a los 3.5 grados. Estas secuencias sísmicas han puesto en alerta a habitantes, autoridades y expertos en geología, quienes coinciden en que es momento de revisar la planificación urbana, los sistemas de monitoreo y las políticas de protección civil.
El estado sí es una zona sísmica
A pesar de estar alejado de la famosa Falla de San Andrés o del Cinturón de Fuego del Pacífico, Nuevo León cuenta con su propio sistema de fallas geológicas, que se extienden desde la Sierra Madre Oriental hasta el área metropolitana de Monterrey. Estas fallas no generan temblores con la misma frecuencia o magnitud que en regiones como Guerrero, Oaxaca o Chiapas, pero sí son capaces de producir movimientos considerables que afectan construcciones, servicios e infraestructura local.
Algunas de las fallas más relevantes de la región son la Falla de la Boca, ubicada en el municipio de Santiago; la falla de San Marcos, que se extiende cerca del icónico Cerro de la Silla; la falla de Linares; y la Saltillo-Monterrey, que conecta dos importantes zonas urbanas del norte. Además, existen otras clasificadas como menores, distribuidas en la Sierra Madre Oriental, que también pueden activar eventos sísmicos.
El reciente temblor del 11 de mayo, con epicentro en Montemorelos, se originó en esta red subterránea. El evento principal se registró alrededor de las 19:30 horas, causando movimientos que fueron percibidos no solo en la zona cercana al epicentro, sino también en municipios vecinos. Este tipo de temblores suele durar solo algunos segundos y su energía no alcanza a acumular niveles devastadores. Sin embargo, su impacto no debe subestimarse, ya que expone las debilidades estructurales de algunas construcciones y la poca cultura de prevención que existe en la región.
Réplicas mantienen en alerta a Montemorelos
Tras el primer movimiento, la tierra no dejó de moverse. En las horas siguientes, el Servicio Sismológico Nacional registró al menos siete réplicas en la misma zona. El primero ocurrió apenas tres minutos después del evento inicial, con una magnitud de 3.4 grados. A las 21:33 se presentó otro de 3.8 grados con una profundidad de cinco kilómetros, seguido dos minutos después por otro más de 3.5 grados.
Durante la noche y madrugada continuaron los movimientos. A las 22:08 se reportó un nuevo sismo de 3.5 grados; después, a las 03:21 y nuevamente a las 04:16 horas, se repitieron los temblores. Afortunadamente, ninguno de ellos provocó daños adicionales ni víctimas, pero sí reforzaron el estado de alerta entre la población.
En total, las autoridades contabilizaron daños estructurales en al menos 22 viviendas y dos escuelas, todas ubicadas en el municipio de Montemorelos. Se trató principalmente de fisuras en paredes, desprendimientos parciales y afectaciones menores, pero suficientes para obligar a las familias a abandonar temporalmente sus hogares.
Estos movimientos sísmicos, aunque moderados, sirvieron como recordatorio de la vulnerabilidad de muchas viviendas en zonas rurales o periféricas, donde las construcciones no siempre cumplen con los lineamientos básicos de seguridad estructural. Además, dejan ver la necesidad de contar con protocolos actualizados de evacuación, revisión de inmuebles y asistencia inmediata en caso de emergencias.
Prevención, monitoreo y cultura sísmica
La experiencia del pasado domingo evidencia la urgencia de reforzar la cultura de prevención sísmica en Nuevo León. Aunque los temblores no son eventos cotidianos en la entidad, su presencia no puede negarse ni minimizarse. Las autoridades estatales y municipales deben avanzar en la instalación de sensores, en la actualización de los mapas de riesgo geológico y en la capacitación constante de cuerpos de
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